Insomnio


Me despierto repentinamente,
asustado, con calor.
Acabo de tener un sueño terrible,
que no recuerdo
pero sí sé, que estabas ahí.
Abro los ojos y veo la oscuridad,
el cuarto, casi todo negro,
es atravesado por un dejo de luz
que entra por las hendijas de la ventana.

Reconozco las sábanas desordenadas,
el acolchado en el piso,
la frazada perdida.
Ahora entrecierro los ojos, producto del cansancio.
Se me hace imposible acertar la hora,
podrían ser las dos como las cinco
y de todas formas, sería lo mismo.

Mientras pienso en vos,
y en la premonición de mi sueño,
distingo los sonidos de la casa.
La oscuridad, silenciosa y compañera,
me ayuda en esta tarea.
Lo único que percibo es el sonido del agua
que corre por algún lugar cercano,
siento que atraviesan, tras las paredes,
enormes ríos,
oigo claramente cómo el agua choca con las rocas
e imagino las orillas a cada lado
y esto me da la paz que necesito.

Abro de nuevo los ojos,
la madrugada sigue oscura y misteriosa
pero ya puedo individualizar objetos,
los muebles, la biblioteca…
Cuántos textos se han escrito
por y para vos.
Pobre aquellos que no puedan expresar
lo que deja el desamor.

Si la madrugada es poesía en sí misma
entonces ahora comprendo el sentido
de este insomnio diario.
Te sueño, te extraño, te escribo
y vuelvo a soñarte y a extrañarte y a escribirte.

El olvido no es otra cosa
que un tiempo
entre el pasado y el presente,
el tiempo en donde el corazón
no sabe dónde está
pero sí a donde quisiera ir.

Me despierto repentinamente,
asustado, con calor...
Ya es hora
                    que vos también,
despiertes de una vez.

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