Después de todo,
la casualidad se posó en nosotros
desde un comienzo.
De casualidad nos conocimos,
de casualidad nos gustamos,
y de casualidad,
tan sólo de
casualidad,
ya te fuiste.
Y es que de haber sabido
que iba a ser así
me habría quedado más tiempo
abrazado a tus brazos,
habría mirado con más ahínco
las pupilas marrones y verdes
de tus ojos
esos ojos que me miraban sin pestañar.
Me habría,
con
seguridad,
sentido más seguro cada vez que tu mano
se posaba sobre mi rostro
este rostro que ahora está frío sin vos.
La verdad es que
me tomó desprevenido
tu apresurado alejamiento,
contaba
más o menos,
con tu presencia física
durante unos largos años
y ahora
tendré que conformarme
sólo con tu presencia
somnolienta
ausente
inconclusa
de dos
que no llegaron a conocerse
o que en algún punto
se conocieron demasiado.
Será que este otoño
enfrió también
nuestros besos,
vistió de gris
nuestras ganas,
las ansias de tenernos.
Qué peligroso puede resultar
una rubia que sepa besar
así como vos,
con tus besos
viajé y viajamos
reí y reímos
nos colamos en las filas
con tus besos me fui a dormir
con tus besos almorcé, desayuné, cené
con tus besos paseamos
con tus besos nos emborrachamos
con tus besos te besé y me besaste.
Creeme que nunca me voy a olvidar de tus besos.
Cuando dos se besan tan perfectamente como nosotros
todos se conjuran en su contra.
Es cierto,
no vamos a retroceder
sé que no hay vuelta atrás
quemé todas mis naves
en realidad,
una sola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
me parece que...